Publié : 24 juin 2013
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Un homicidio

Un tarde, un hombre, que se llamaba Manuel, tenía una cita en un bosque oscuro del País Vasco cerca de un río y de una cascada con Pedro, un amigo de la infancia. Manuel debía dinero a Pedro porque Pedro le había prestado este dinero para comprar droga. Manuel estaba drogadicto y endeudado y había pensado que su querido amigo Pedro hubiera podido prestarle este dinero sin problema.

 

Manuel fue a la cita en el bosque y encontró a Pedro y le dijo con aire burlón que tenía el dinero. Sin embargo, Manuel está endeudado y dio billetes de Monopoly a Pedro. A Pedro no le gustó esta broma provocadora y se enojó. Los dos amigos se pelearon con violencia…

 

Al día siguiente, un grupo de personas caminaba a lo largo del río y vio primero billetes esparcidos a orillas del río. Los jóvenes excursionistas se acercaron y descubrieron decepcionados que eran billetes de Monopoly. Miraron hacia el río y descubrieron el cuerpo sin vida de un hombre en el agua. Inmediatamente llamaron a la policía y unos 30 minutos después un detective y un agente de policía llegaron en el lugar del crimen.

 

La investigación estaba abierta. Recogieron indicios, huellas dactilares, un poco del charco de sangre. Cuestionaron al grupo de personas para saber si habían sido testigos del asesinato. Nadie había visto nada. Al cabo de una hora, encontraron el arma del crimen en un matorral.

 

Unos días después, los resultados de los análisis llegaron al centro de policía y el agente concluyó que era un homicidio a raíz de una pelea entre dos amigos. Descubrieron que Pedro había sacado un puñal y que le había plantado en el corazón de Manuel que murió de golpe. Pedro había desplazado el cuerpo sin vida de su amigo cerca del río y lo había echado en el agua. Pedro había huido rápidamente dejando caer de su bolsa el puñal en un matorral.

 

Finalmente, Pedro fue detenido por los agentes de policía y encarcelado. Reconoció que jamás en su juventud lograba ganar cuando jugaba al Monopoly con Manuel y que su provocación aquel día a orillas del río le puso furioso. Desde su adolescencia, la simple visión de billetes de Monopoly le volvía loco